Yoda
lo había dicho mucho tiempo atrás, pero no caí en la cuenta hasta que lo
demostró el guapísimo nadador ruso Vladimir Morozov tras sus últimos grandes triunfos
en piscina corta:
Hazlo o no lo hagas,
pero no lo intentes…
… porque intentar
no existe.
Al
más puro estilo Joaquín Luqui (o tú y yo lo sabíamos), la CNN Sports coló un video
de hace casi dos años, donde un postadolescente Morozov, tras ser nombrado el
mejor nadador juvenil del año en USA, asegura, con una extraña mezcla entre
timidez, chulería y abrumadora autoconfianza, que es capaz de enfrentarse con
éxito a Nathan Adrian en los campeonatos universitarios y de hacer un buen
papel en Londres. Finalmente, el triunfo tardaría un poco más de lo que tenía
planeado (unos meses, para ser exactos), pero llegó. Y de qué manera.
Contrariamente
a la mayoría de los mortales, “Vladi”, un gran número de deportistas de elite (y
de triunfadores de cualquier ámbito), conocen esta certeza. Aunque el
diccionario define el verbo intentar como:
1.tr. Tener el propósito
de hacer algo.
2. Preparar o iniciar la
ejecución de algo.
3. Procurar, pretender,
tratar de hacer algo.
Lo
cierto es que intentar, psicológicamente, implica y justifica un fracaso
potencial, y, en muchas ocasiones, es el miedo ante la probabilidad de ese
fracaso (o la incapacidad de reponernos ante los reveses), lo que nos aleja del
éxito y nos convierte en abandonadores de proyectos y personas frustradas.
El
tanto por ciento que cada persona pone en un intento, en una situación
concreta, depende, no sólo de la dificultad de la situación en sí, de sus
habilidades y de las circunstancias que la rodean, sino, básicamente, de su
autoconfianza y perseverancia, del hecho de creerse capaz de conseguirlo contra
viento y marea. Y es que para construir algo, independientemente del tipo de
construcción que se utilice, primero hay que creer firmemente en ese algo, visualizar
con claridad sus cimientos o raíces.
Una
autoestima moderada, por ejemplo, puede invertir un 50% en sus “acciones del éxito”,
mientras que se reserva la misma proporción para inflar un colchón que amortigüe
el golpe en caso de caída. ¿Qué pasará durante ese trayecto, entonces? Posiblemente,
esa persona no se lanzará a la piscina ni con la misma entrega ni con la misma
garra y potencia, no dará “el todo por el todo” como si creyera firmemente, no
sólo que hay mayores posibilidades de éxito que de fracaso, sino de que la
probabilidad de fracasar, prácticamente, no existe.
La autosugestión un arma
poderosa es. Cuanto
mayor sea el margen que reservamos a ese éxito, menos probabilidades tendremos
de no alcanzar esa meta concreta. Esto, lógicamente, no se consigue en un día. ¿Cómo
aumentar nuestras acciones del éxito en cada nuevo proyecto y aprender a construir
firmes cimientos sin una licenciatura en arquitectura? A pequeños pasos, con
pequeños proyectos, focalizándonos en lo positivo incluso aunque fracasemos, extrayendo
lecciones, peleándonos contra el “no” todos los días.
En
To
the wonder, la última película de Terrence Malick, Olga Kurylenko
asegura que las personas débiles siempre abandonan lo que empiezan, y que,
además, pretenden que los demás las acaben. Supongo que llega un momento en el
que todos tenemos que plantearnos hasta qué punto nos compensa seguir
simplemente intentando metas,
nuestros sueños, la vida…
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