jeudi 5 décembre 2013

13 insights en 2013



*La vida no vivida, la felicidad no vivida, es como un exoesqueleto que va creciendo y aumentando de peso con los años.
*Los hábitos de todo tipo, incluso aquellos hacia los que se tiene más resistencias, se pueden aprender y modificar, de tal forma que toda una vida de inconstancia y pereza hacia el ejercicio físico, por ejemplo, puede transformarse en una disciplinada rutina cuasi germana de ejercicio diaria.
* La mayoría de las veces que te has lanzado a piscinas esperando encontrarlas vacías, te has sorprendido aterrizando en 3 acogedores metros de agua. Sin embargo, sabes que el intento, el proceso, independientemente de sus resultados, SIEMPRE valdrá la pena.


*A veces los sueños se cumplen, incluso aunque finalmente nos dejen en la boca un regusto agridulce.
* Los mapas amorosos también cambian, se pongan como se pongan los psicólogos. Todo un curriculum sentimentae de morenos en serie puede de repente verse ¿sustituido?¿ampliado?¿eclipsado? por rubiales, para descubrir, tristemente, que el entusiasmo no es mutuo… en ningún caso.
*Personas cercanas que parecían “no verte” o “no valorarte” pueden demostrar, repentinamente, una confianza y una fe en tu talento y tus capacidades de la que tú misma careces.
*En ocasiones, incluso por muy filofóbico que seas, puedes ver estallar de golpe todas tus murallas al enamorarte de alguien tonta a inesperadamente, en 5 desarmantes minutos.




*A los amigos de verdad se les admira. Si tienes un/a buen/a amig@ y no puedes colocarle en ningún altar, esa persona no es realmente un/a buen/a amig@.
*Casi todo el mundo que conoces está desesperado por tocar, abrazar y conectar a un nivel muy íntimo con el otro, pero casi nadie sabe o se atreve a hacerlo (¿hay algo más triste que esta certeza?).
*Nada machaca más el ego y la autoestima que resultar prescindible en la vida de alguien que te importa.
*Algun@s romántic@s nos obsesionamos con nuestras historias de amor preferidas (y boicoteamos las nuestras) porque no tenemos ni la osadía ni la voluntad necesarias para vivir el amor con mayúsculas en el mundo real.
* La receta amor+humor+surrealismo resulta infalible en casi cualquier situación de conflicto.
* Querer mucho a algunas personas es relativamente fácil, adorarlas, por ahora, te parece un privilegio reservado exclusivamente a los gatos.



To be continued?


P.S. +1: Cuando intentan robar en tu casa contigo dentro, incluso aunque el plan fracase, lo que sin ninguna duda te habrán robado para siempre, es esa (ingenua) sensación de  seguridad y tranquilidad al 100% en tu propia casa.


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mardi 19 novembre 2013

El club de los filofóbicos




Hay un club en el que, como Groucho Marx, nadie querría ser aceptado como socio. Sin embargo, esta desconocida “institución” consta de muchos miembros que, tristemente, ni siquiera saben que lo son.
¿Qué es la filofóbia?
Se define como un persistente, anormal e injustificado miedo intenso a enamorarse, al compromiso y a mantener relaciones íntimas (sin embargo, en casos más agudos puede abarcar hasta el miedo de sentir amor hacia familiares y amigos).
¿Sigues pensando que esta definición es demasiado exagerada y que no se aplica a tu vida? Antes de sacar conclusiones precipitadas, lee atentamente las normas del club y comprueba si no formas parte de el.
 
 

*Primera norma del club de los filofóbicos:

Boicotear tu vida amorosa inconscientemente mediante los siguientes mecanismos de defensa

-       Estableciendo relaciones destinadas al fracaso o eligiendo a personas con las que una relación amorosa resulta imposible/inalcanzable (caracteres incompatibles, personas que viven lejos, gente más inmadura, personas no emocionalmente disponibles y/o ya enamorad@s de otra persona, etc).

-       Buscándo (o inventándo) defectos “imperdonables” de todas tus parejas como justificación para terminar la relación (o The Chandler Bing effect)

-       Ahuyentando a tu pareja provocando disputas y haciéndole daño intencionadamente, de tal forma que sea el/ella quien se aleje y de por terminada la relación antes de que llegue la etapa de la intimidad y el compromiso.

-       Retrayéndote evitando y ninguneando al otro de todas las maneras posibles, hasta que, frustrado y dolido, capte el mensaje y desaparezca de tu vida.

 

 

*Segunda norma del club:

El deseo de enamorarse siempre es directamente proporcional al pánico que la situación te provoca



*Tercera norma del club:

Mostrar una baja tolerancia a la soledad y la frustración que esta conlleva, pero, al mismo tiempo, atraerla y aferrarse a ella con uñas y dientes.

 


 *Cuarta norma del club:

Victimizar y achacar la larga lista de fracasos amorosos a

-       La mala suerte (“soy un/a pringad@ y nada me sale bien”¿por qué todos los imbéciles/capullos/neuróticos/inmaduros me tocan a mí?)

-       La autoexigencia (“aún no he encontrado a la persona perfecta o adecuada para mi”)

-       O al hecho de ser “un lobo solitario” (“yo es que prefiero mantener las opciones abiertas y no atarme a nadie”)

Nunca, o raras veces, admitir que, el verdadero motivo de tus fracasos en serie, además de una preocupante falta de autoestima, es el miedo (al dolor, al abandono, a no “merecer” ser querido y no ser lo suficientemente bueno para el otro, a la verdadera intimidad, a dejarse llevar y perder el control, etc.)

 


Si te reconoces como miembro de este club, no desesperes. El primer paso es darse cuenta de ello y el segundo (y tercero y cuarto y quinto y…) es identificar los síntomas a medida que se van presentando para luchar contra ellos. Necesitarás mucha paciencia, tanto propia como de la persona que elijas, pero ten siempre en cuenta, que si filofóbicos ilustres como Amélie Poulain, Chandler Bing o Holly Golightly lo han superado, tú también puedes.

Para saber más, read el primer post ;)


 

 
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lundi 4 novembre 2013

Diccionario básico para acreditados zinemaldiles




Tras colarme felizmente en lo que hasta ahora había sido una fiesta VIP y de aprender algunas técnicas de supervivencia, resultaría muy egoísta y muy poco solidario por mi parte no compartir mi experiencia en forma de este diccionario básico para futur@s aceditados del Zinemaldia. So, are you ready? ;)


* Anti-ortopedia

Aunque casi todo el mundo piense que pasarse horas sentad@ viendo películas en pantalla grande es un chollazo incuestionable, lo cierto es que la butaca festivalera media nunca pasaría una ITV de confort. La que no ataca con saña directamente a los riñones, hiere peligrosamente la delicada zona del cuello. Si a eso sumamos el hecho de permanecer sentad@ durante una media de 10 horacas en una postura anti-ortopédica, bailando la tarantela pero sin poder estirar las piernas, alabado sea aquel/la que al final de los 9 días de Zinemaldi no acabe con algún dolor o mini lesión en el hombro, los pies, las pantorrillas o las sufridas rodillas.
Consejo: probar posturas alternativas (o El kamasutra del cinéfilo). La mía, para estupor de mis vecinos de butaca: sentarme en la posición del loto (o medio loto), pero sin el “ohm”, of course.


* Clanes

Hay una lección que el advenedizo aprende instantáneamente desde la primera jornada: los acreditados se mueven en clanes, muchos de ellos formados desde hace años (incluso décadas), perfectamente estructurados y definidos y en los que cada miembro tiene un rol muy determinado. Se les reconoce fácilmente porque, como todo animal de costumbres, tienen tendencia a marcar su territorio siempre en las mismas zonas del patio de butacas, ocupando, abusiva y descaradamente, filas enteras. Una irritante técnica popular consiste en que el miembro más previsor (o pringadillo) del clan, guarde asientos para todos los ausentes utilizando jerséis, bolsos, la gaceta del festival, el transportin del perro, lo que sea. Además, hay acreditados de izquierdas y de derechas, delanteros, medios y traseros, amén de acreditados de palco y/o de piso de arriba.
La prueba para ser admitid@ dentro de uno de estos clanes es bastante sencilla: sólo hay que pasar un test de cinefilia nivel Filmoteca Fnac, darle la razón mansamente al/a la líder del clan, invitar a todos los  miembros a una generosa ronda de pintxos (en el local de su elección), sacarle la puntilla a cada film tras su proyección (incluso aunque te haya parecido una obra maestra), despotricar contra algún celebérrimo crítico cinematográfico, y voilà, ya estás in.




* Confusión temporal (y multilingüe) y falta de sueño

Aunque el ritmo trepidante del Zinemaldi te empuje sin compasión ni remedio a habitar en una suerte de indefinido Nowhere Land entre el mundo real y el interno,  lo cierto es que, incluso a corto plazo, este intensísimo menú cinéfilo tiene algunos extraños efectos secundarios, entre los que se encuentran: desorientación espacial y temporal,  afasia transitoria (perdida intermitente del lenguaje o confusión interlingüe ocasionada por el hecho de tener que cambiar de idioma cada 2 horas), cabezacomounbombismo, alelamiento y sabelotodismo transitorio (o no).
Pero si hay un síntoma que agrava todo lo anterior y pone en peligro la salud mental, el criterio, la capacidad de asimilación y la coherencia, es la ineludible falta de sueño. Y es que si la primera sesión ronda las 9 de la morning y la última acaba hacia las 12 de la noche, a menos que se tenga una cama a 5 minutos de todos los cines festivaleros (o se decida sacrificar alguna sesión), Morfeo se tomará vacaciones de tu vida durante una semana larga. Por lo tanto, acostumbrarse a lucir unas ojeras tamaño berenjena de Almagro. Es lo que toca.

* Deshidratación

Si lo tuyo es el healthy drinking y eres adict@ a la hidratación, despídete de tu sano hábito o atente a las desagradables y bochornosas consecuencias. Durante el Zinemaldi, hay que pasar sed, aunque el mercurio marque 30 grados, te pique peligrosamente la garganta y tu piel vaya adquiriendo el aspecto acartonado y marchito de un ranger de Texas. Y es que si la media de cada película festivalera es de 115 minutos, aproximadamente, y las sesiones dobles son el pan de cada día, o bien tu vejiga es del tamaño del ego de Martin Scorsese o no te quedará más remedio que abandonar la sala inoportunamente (casi siempre en un momento crucial de la película), provocando miradas homicidas, protestas o, incluso alguna zancadilla traicionera. Y es que el que avisa no es ídem.
Recomendación: imaginarse que se está jugando un gran slam, como Nadal, Williams o Djokovic, y administrar muy mucho las dosis, dando pequeños tragos entre sesión y sesión.



* Pardillez

No te esfuerces. Si eres un/a “festival virgin” todo lo que emane de ti delatará tu incauta condición. No podrás evitar sentirte como una mezcla entre Peter Sellers en El Guateque, Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí y Anne Hathaway en Princesa por sorpresa (si, si, incluso se te caerán las cosas y te perderás estúpidamente por los rincones). Lo más chocante, en principio, es el cambio de estatus y los privilegios que eso conlleva. Y es que un nuevo acreditado pasa de dejarse el sueldo (o varios) en la compra de las solicitadísimas entradas, a recibir y recibir de forma abrumadora. Todo empieza desde la recogida de la acreditación. Se entra con la expectativa de recoger un simple colgante de plástico y se sale tan cargado de “regalos” (un press kit que contiene el bolso del festival, la guía completa de películas, un detalle del año anterior, o un breve diccionario interlingüe, entre otros) que se tiene la impresión de que ha llegado la Navidad.
También está el casillero o taquilla personal, esa plateada caja mágica en la que algún elfo enrollado cada día coloca info, posters, dossiers o regalos de las pelis presentadas (este año, lo que más ilu ha hecho, ha sido un muñequito de Doraemon y las canicas de Zipi y Zape). Para distinguir al advenedizo del desganado habitual, sólo hay que fijarse en el tiempo que el primero vacila antes de tirar al reciclator los foliacos llenos de horarios y de insulsa publicidad que acaba de descubrir en su taquilla (admitámoslo, en lo que respecta al Zinemaldia, cuesta desprenderse del complejo de Diógenes).
Pero si hay un lugar donde un new acreditado siente un subidón, una pardillez y un complejo de impostor maximus, es durante los coloquios/ruedas de prensa. El/la pobre empleará su tiempo en tratar de no babear y de no mantener la boca demasiado abierta, en reprimir sus impulsos de hacer preguntas nivel Yahoo, y en no acosar posteriormente al/a invitad@, cual adolescente super fan, pidiéndole que le firme en el suje/slip (o donde haga falta), independientemente de que se trate de Hugh Jackman, Annette Bening, Javier Cámara o Bertrand Tavernier.




* Postureo

La sabiduría popular asegura que el hábito no hace al monje, pero de cara a la galería ñoñostiarra, esta afirmación nunca ha tenido menos sentido que durante la semana festivalera. Ya puedes ir vestido de rosa Hello Kitty o caminar completamente desnud@ por el Boulevard, que los ojos del populacho se dirigirán única y exclusivamente al colgante de plástico que se balancea en tu cuello; y por este y únicamente por este, serás juzgado, valorado y etiquetado como ciudadan@ super suertudo o super VIP, despertando, instantáneamente, la admiración y el respeto de los que no te conocen y el ojiplatismo, el odio, y la chincha rabiña más viperina de los que sí (de hecho, puedes leer claramente en sus rostros el “¿pero tú cómo carajo has conseguido una acreditación si ni siquiera eres periodista?”).
Conscientes de su privilegiado estatus momentáneo y hambrient@s de protagonismo, much@s acreditad@s deciden explotar sus “15 minutos de fama”, aferrándose a su plástico de poder con firmeza borbónica mientras convierten la ciudad en una pasarela infinita las 24 horas de día. De hecho, han sido avistados acreditados bañándose en la Concha, asistiendo a una boda fugaz en Murcia y haciendo de extras en Águila Roja.

* Reposabrazos

En un entorno en el que el espacio vital se reduce hasta extremos intolerables  (solo superados por los de la estación de metro de Shinjuku en Tokio), gran parte de tu bienestar como espectador/a se reduce a un infravalorado elemento: el reposabrazos. Nadie lo admitirá jamás, pero lo cierto es que en todas y cada una de las sesiones se libra una guerra de poder con tus vecinos de butaca para conquistar y defender la mayor parte de centímetros posibles de tan preciado elemento. De hecho, durante esta batalla contra una lesión de hombro, puedes conocer el nivel de asertividad y el grado de autoestima de la persona que tienes al lado, si eres mínimamente observador/a.




* Tipología (acreditadoril)

Además del aburrido y predecible cinefagus estándar (ese que ve la mayor cantidad de películas posibles, cruzando sólo algunos límites de la resistencia humana) encontramos:

The boyerus cinefagus: resulta fácilmente reconocible por su “lemmon face”. Y es que mientras casi todos los presentes, profesionales o no, se sienten afortunados y agradecidos por poder asistir a tan ecléctico y apetitoso banquete cinéfilo, el boyerus actuará como si estuviera haciendo un gran sacrificio por la humanidad y hubiera que honrar su estupendísima presencia a cada dichoso segundo. No le gustará (casi) ninguna película, le pondrá pegas a todo, abusará del término “sobrevalorad@” y, por supuesto, tratará con una nada disimulada condescendencia a todos los que no sean de su misma (expertísima) opinión

The nexus cinéfagus: bien sea por compromisos laborales o por un desaforado amor al séptimo arte, este voraz acreditado planeará sus sesiones zinemaldiles tratando de ver el mayor número de sesiones posibles del mayor número de secciones existentes. Durante 9 días habitará en una suerte de limbo psicotrópico, apenas dormirá y se contentará con zamparse algún que otro pintxito ocasional, entre sesión y sesión, desafiando y/o obviando las molestas e inoportunas necesidades fisiológicas que limitan al resto de los cinéfilos mortales. La rumorología festivalera asegura que fueron creados específicamente para esto, y que, en el fondo, nunca han sido realmente humanos.

The dude cinefagus: Aunque aún no ha sido avistado ninguno ataviado con pantuflas y bata de andar por casa, lo cierto es que este singular acreditado (generalmente bloguer@ y veteran@) se tomará el maratón festivalero con una sorprendente pachorra. Madrugar o acudir al cine después de comer, por ejemplo, se convertirán en actividades estresantes altamente sobrevaloradas, al igual que tragarse películas que, de entrada, bien por pereza o por prejuicios, no le llaman en absoluto la atención (y/o le impiden dedicarse a otras actividades mucho más apetecibles). Al final del festival, en lugar de 20 o 30 films, puede acabar viendo sólo unos 10 (pero muy descansados, eso sí).

The Antesmuertoquesencillus cinefagus: Además de ver, disfrutar y sufrir películas, el antesmuertoquesencillo considera la semana zinemaldil como una oportunidad para mostrar al mundo que es un/a chic@ de lo más cool y trendy, así que en una pugna de comodidad versus vanidad, lo tiene claro: gana siempre la segunda. El calor bochornoso o el hecho de pasarse 15 horas de acá para allá, le importarán un rosebud. Si es mujer, no renunciará, bajo ningún concepto, a su maquillaje perfecto, sus botines altos o a sus zapatos de tacón, ni al hecho de llevar incómodos vestidos/faldas que le obliguen a llevar las rodillas dolorosamente imantadas. Si es hombre, nadie tocará un pelo de su barba hipster o desabotonará el primer botón de su camisa-alzacuellos, ni aunque haya que practicarle, con urgencia una reanimación cardiopulmonar.




P.S. Hay un término que no he incluido porque, a pesar de que todo el mundo asegura que son reales, por  horarios e incompatibilidades transportiles, no he tenido la oportunidad de disfrutar de ninguna de ellas (y, por lo tanto, aún no “existen” para mi, maybe next time). Esa palabra mágica es “fiesta”.
P.S.2. Algunas fotos de esta actualización son mías y otras han sido encontradas de forma caótica e inconsciente en la red. Si alguien reconoce alguna suya y le molesta su inclusión, que me lo haga saber y será retirada de inmediato.

lundi 16 septembre 2013

Rencor intergeneracional




Plásticos negros. Esa es la respuesta de algunos ciudadanos de Hondarribia e Irún (Guipuzcoa) hacia el alarde mixto, a pesar de las reiteradas peticiones de tolerancia y respeto por parte del Gobierno Vasco. Plásticos negros. Muros asépticos, profiláctica visual contra una imparable marea de lógica y progreso. Dicen que prefieren el alarde tradicional, en el que sólo desfilan y tocan ellos, mientras que ellas se limitan a hacer de cantineras. No aceptan el necesario reajuste y silbidos y muros de plástico parecen la mejor forma de demostrarlo.
Sorprende que muchos de los apasionados defensores de este paso hacia atrás sean mujeres. Sorprende algo menos que muchas sean mujeres de avanzada mediana y tercera edad. Una de ellas, tras defender las virtudes del alarde tradicional, asegura que “no le parece bien” que las mujeres desfilen “porque ella nunca ha podido hacerlo”, y “no es justo que comiencen a hacerlo ahora”.




Sin embargo, el último caso no es una excepción. Diariamente nos encontramos con ejemplos de mujeres que, contra todo pronóstico, echan piedras sobre el tejado de su propio sexo. ¿Y por qué una mujer que ha sufrido en su piel los azotes del machismo, puede, no solo ningunear, sino hacerle una zancadilla a la paridad, a sus derechos (y a los de sus hijas y nietas), a la evolución, a la justicia y al sentido común? Entre las muchas y complejas causas que explican esta actitud, probablemente, una de ellas sea el rencor. Más exactamente, el rencor intergeneracional o resentimiento cegador, arraigado y persistente hacia personas más jóvenes que han contado y cuentan con más oportunidades y ventajas de las que ese individuo ha podido soñar.
Días después, otro hombre, desde un debate televisivo estatal, tachaba de “holgazanes, egoístas e irresponsables” a los jóvenes mayores de 30 años que no tenían hijos, pese a tener medios para ello. Su discurso se vio traicionado por su rabia. A él le había tocado sacrificarse y renunciar a parte de su juventud. Ser un padre muy joven era lo que dictaban los tiempos, lo que había que hacer sí o sí. Por lo tanto, la idea de contemplar la paternidad como una elección en lugar de como una obligación, no sólo escapaba a su lógica, sino que invalidaba su propio sacrificio.
 



En algún momento, yo misma me he sorprendido con algún secuestro de rencor intergeneracional. Al fin y al cabo, los más jóvenes en Euskadi se han beneficiado de múltiples y apetitosas ventajas. Han vivido el modelo bilingüe (y el baby-english),  son más altos y guapos, no tuvieron que padecer la tortura ñoña de Verano Azul, y nadie les obligó a llevar falditas plisadas a pesar de asistir a un colegio público (claro que ellos no tuvieron Barrio Sésamo, ni jugaron temerariamente, y sin supervisión, por la calle, ni completaron su infancia hasta los 13 años).
Y es que resulta fácil darle la vuelta a esta tortilla cuando se es relativamente joven. Sin embargo, ¿será igual de fácil escapar del rencor cuando uno ya se ha asentado en la mediana o tercera edad y ha visto desinflarse y desvanecerse muchos de sus sueños y expectativas? Tal vez nuestras estrategias anti-rencor no dependan tanto de nuestra solidaridad, generosidad y apertura mental, sino, más bien, de lo bien o mal que nos hayamos dejado tratar por la vida.

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lundi 2 septembre 2013

Mi página feisbukil





La vida es una sucesión de saltos, de forzosas transformaciones, porque como repetía el guaperrimo Brad Pitt en Guerra Mundial Z: “El movimiento es vida”.

En ocasiones, cuando tienes la exigente (y cansina) vocación de contar y escribir, retrasas la mudanza a un escalón más arriba porque, en el fondo, te da miedo comprobar lo que más temes: que no tienes nada interesante u original que decir. Y ese miedo constante a la mediocridad, al fracaso, al silencio, te evita salir de tu madriguera y gritarle al mundo: ¡yo también tengo una voz!

Pues bien, ya es hora de enfrentarse a ese test terribilis y ampliar fronteras. Aunque, en este caso, sin abandonar las que ya se conocen. Eso de venderse siempre se me ha dado fatal, pero resulta básico recibir feedback y llegar al mayor número de personas posibles, y para eso, nos guste o no, las redes sociales son imprescindibles.

Todo este ladrillo se puede resumir en una frase: he abierto una página en el caralibro y estáis tod@s invitad@s. ¡Os espero!



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jeudi 8 août 2013

Machisteces que hay que romper # 2: las actrices han de ser más jovenes y lozanas que sus compañeros




De entre el frustrante y desganado refrito fílmico que nos va llegando desde Hollywood, una casualidad muy casual o un principio de tendencia esperanzadora ha surgido en el reciente cine palomitero: emparejar a hombres jóvenes con chicas algo menos jóvenes con relativa naturalidad.
En El hombre de acero, por ejemplo, Amy “Lois Lane” Adams tiene casi 39 springs, mientras que su musculoso kryotoniano, Henry Cavill, acaba de cumplir los 30.
Sorprende, por muy fan de Adams que se sea (y yo lo soy), el hecho de que no escogieran a una veinteañera cañón para interpretar a Lois, especialmente al tener en cuenta el público al que va principalmente enfocada y el hecho de que pretenden convertir el reboot en saga. Hace no demasiados años, esta misma diferencia de edad habría sido el McGuffin de la típica y predecible comedia romántica.




En Oz, un mundo de fantasía,  la guaperrima y aún más talentosa Rachel Weisz (43) interpreta a la hermana de Mila Kunis (29) y coquetea con James Franco (35) y, tristemente, es una de las pocas cosas buenas que contiene la película (¿habrá alguien entre el público que se moleste en hacer cálculos matemáticos?).
Otro ejemplo aún más reciente. En la insultantemente tramposa Ahora me ves, Isla Fisher, a pesar de que sólo está en el film para hacer de “la chica” y crear tensión sexual, le saca casi 8 años a Jesse Eisenberg y ambos nos son presentados de forma creíble como pareja romántica.



Como de todos es sabido, la década ideal de cualquier actor según Hollywood es la treintena (a los veinte, al parecer, son muy pipiolos y no están lo suficientemente maduros, y a los 40 ya no son tan creíbles como héroes o galanes), pero en el caso de las mujeres, la edad perfecta es la veintena, o séase, la primera e inmaculada juventud, antes de que empiecen a interpretar a madres en serie. Ya es hora de que este rígido corsé comence a aflojarse para ambos sexos.
Obviamente, detalles tan relativos como la cifra que marca el DNI no tendrían que tener importancia en un mundo perfecto, pero como este world en el que sobrevivimos, además de imperfecto, es extremadamente machista y sólo el ejemplo hombre maduro-mujer joven resulta, no sólo  habitual, sino muchas veces deseable (Mark Ruffalo tiene 16 años más que Melanie Laurent en la anteriormente mencionada Ahora me ves y a nadie le sorprende lo más mínimo), ejemplos de mujeres de rompe y rasga de cualquier edad, pero menos jóvenes que sus partenaires masculinos, se agradecen muy mucho. Esperemos que no sean los únicos.


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dimanche 2 juin 2013

Trash Melodies (Melodías de la Basura)




Heart-warming en spanish se traduce como reconfortante, conmovedor o emocionante, aunque, en mi modesta opinión, una vez más, tenemos otro caso de “traduttore, traditore! Esas insulsas traducciones no le hacen justicia en absoluto.
 
Aunque pueda sonar a mensaje iluso-sentimentaloide de Paulo Coelho, hay momentos, como ante este video, en los que resulta irresistible traducirla literalmente. Porque abriga el corazón y resulta inspirador descubrir cómo la falta de recursos, el deseo genuino de ayudar y el ansia de superación, agudizan el ingenio y la creatividad hasta extremos insospechados. Y es que hasta la (cada vez más) preocupante basura, que producimos en dosis masivas y apenas reciclamos, puede contener y fabricar arte, además de ser un digno vehículo de autoestima y superación, capaz de transformar una vida.
 
Con ejemplos como este, me sale la vena geeky y recuerdo una de las más famosas frases de Lost, "don't tell me what I can`t do! Porque si el mundo “te da basura”, ¡devuélvele música! ¿Cuántas veces tienen que repetirnos que lo tenemos todo en la punta de los dedos para ser felices?


 
Y, como llevo una semana muy planetil Montañas de basura ;)
 
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lundi 13 mai 2013

9 hábitos que mis gatos me han robado para siempre




Como entusiasmada gatófila que lleva años conviviendo con mininos más o menos peluchones, confieso, no sólo que la vida diaria junto a estas fascinantes criaturas tiene sus inconvenientes, sino que me he visto obligada a renunciar a ciertas comodidades o hábitos que, de vez en cuando, echo de menos. Sin embargo, recuperar esas agradables y cómodas costumbres no compensaría la tristeza y la soledad polar que supondría no volver contar con un ronroneador en mi vida. ¿Sarna con gusto no pica? En este caso, y a pesar del irony mode de esta actualización, la respuesta es un rotundo Sí.

1-Dormir 8 horas de un tirón

Incluso aunque tengas la suerte de pertenecer a esa afortunada porción de humanos que duermen marmotilmente durante toda la noche, tener un gato cambiará ese sano hábito para siempre. Como tu michin@ es crepuscular y se siente en su apogeo energético al atardecer y al amanecer, tú, como su humano, abrirás diariamente los cansados ojos entre las 6 y las 7 de la mañana sí o sí. Los métodos despertadoriles son variados dependiendo de lo insistente, impaciente, cuco y puñetero que sea tu cat: maullidos lastimerísimos que hacen sospechar a los vecinos que el pobre animal está siendo torturado; pasos de claqué sin pudor ni piedad sobre el cuerpo del humano; lanzamiento de objetos valiosos (y ruidosos) con premeditación y alevosía dentro y fuera de la habitación; y scratching (o arañar machaconamente) sobre la puerta/pared hasta dejar antiestéticas marcas.




2-Hacer la cama a una hora razonable

Por si la frustración de no poder dormir de un tirón no fuera suficiente, y casi en plan recochineil, confirmando que tu sleep zone también es su territorio, tu felin@ se apoderará de tu cama mientras duermes (o nada más levantarte), y se acurrucará estratégicamente en el lugar más céntrico y ahuecado posible y en la postura más entrañable que conoce, de tal forma que no puedas hacer la cama hasta que su minina majestad decida abandonarla (y eso puede ser, de media, entre las 17:00 y las 2:001 h de la noche). Si eres un control freak incapaz de salir de casa con la cama deshecha, sufrirás especialmente con la pérdida de este hábito.







3-Tumbarse en el sofá/leer sin soportar peso gatuno extra

Los gatos son los únicos seres conocidos capaces de detectar a gran distancia sonidos tan sutiles como “humano repantingándose sobre un sofá”, “humano abriendo un libro” o “humano desdoblando una manta” y correrán raudos y veloces en cada ocasión hacia el origen de ese sonido para reclamarlo como propio. Y es que ningún gato puede resistirse a un humano sentado o tumbado. Incluso aunque no sea su humano y exista cierta desconfianza inicial, para ellos, un cuerpo de homo sapiens en posición horizontal es una cama potencial cuyo atractivo se multiplica por mil cuando está cubierto por una manta (preferencia que también es denominada blanket treatment). Prepárate para inmovilizarte dolorosamente cual faraón dentro de un sarcófago durante horas sin cambiar de postura o de hacer pesas involuntarias con los libros que no puedes apoyar en ninguna otra parte. Si tu gat@ no se mueve ni un solo ápice, tú no te mueves.




4-Navegar en internet sin interrupciones

Como un minino no puede entender que un humano sea capaz de observar durante largo tiempo algo que no se desplaza ni cambia de lugar, y es aún menos capaz de soportar sus cortas horas de vigilia siendo ignorado, mientras navegas por internet, posiblemente, 1) se plante impertérrito al lado de tu ordenador mirándote con cara de Shrek cat, en plan chantaje emocional; 2) frote su rostro contra la pantalla (al fin y al cabo, todo objeto casero es su territorio) para que te fijes en él/ella de una santa vez; ó 3) se eche directamente sobre el teclado en señal de reclamo o de protesta.

5-Ducharse sin voyeurs en invierno

Hay algo que a un gato le gusta más que una mantita o un humano febril: un radiador. Si quieres hacerlo feliz, enciende la calefacción para que el/ella pueda acomodarse encima. ¿Y cuál es el espacio más pequeño, resguardado y, por lo tanto, más fácil de calentarse en invierno? Un baño. Por lo tanto, es posible que el radiator del bathroom sea su preferido de toda la casa, lo cual implica que cada vez que te duches, tu gato estará allí, mirándote con esa expresión tan minina que pasa de la curiosidad a la desidia en 1,5 segundos y que viene a decir algo así como “¿para qué te molestas?”.






6-Recibir visitas sin interrupciones

Más que su clásica curiosidad, una visita, para un gato no miedoso o tímido, es como una oportunidad de oro para hacer gala de su lado más snob. Cada nuevo ser vivo que entra por la puerta será descaradamente observado, olisqueado, juzgado, bañado de pelos, y, con un poco de suerte, aprobado, marcado, amasado y obsequiado con el blanket treatment. Obviamente, el gato será especialmente insistente, petardo e inoportuno, si ante sus ojos se despliega una incómoda disputa, un debate interesante o un espectáculo romántico.




7-Reciclar inmediatamente una caja

Puedes gastarte un dineral en el juguete más sofisticado del mercado y comprobar con frustración como tu gato le dedica, aproximadamente, dos minutos, antes de ignorarlo para siempre. Sin embargo, la caja más cutre y viejuna de toda la casa, esa que utilizaste para hacer la mudanza en el 93 o traer patatas del mercado, ejerce sobre él/ella una extraña fascinación y se convertirá en su escondrijo/zona de juegos favorito durante días, semanas, o incluso, meses. Por algún motivo, el rollo claustrofóbico encaja en la psicología gatuna, así que cuanto más pequeña sea una caja y más comprimido se encuentre el michi, más entusiasmo le despertará. Por lo tanto, si una caja ha llegado a tu casa, no podrás deshacerte de ella cuando dejes de necesitarla: tendrás que esperar a que tu gato la jubile.




8-Dejar objetos rompibles “al alcance gatuno”

Por si no fuera suficiente con “suicidar objetos” y lograr eficazmente que su humano se despierte cada mañana, cualquier objeto es susceptible de despertar el interés gatuno, si a) el animalillo está aburrido; b) si se encuentra solo en casa; y 3) si el objeto es nuevo y, por lo tanto, fascinante hasta que se demuestre lo contrario. Al igual que con el punto 3, atentísimos testigos de todo lo que ocurre en el hogar, los gatos detectarán la preciada novedad en una velocidad ultrasónica y no descansarán hasta descubrir qué tipo de uso pueden hacer de ella: ¿rascador?¿pelota?¿sonajero?¿cama?¿presa? Lógicamente, hay una relación directamente proporcional, entre lo delicado que sea el objeto en cuestión y el grado de interés e inoportunidad que desplegará hacía el el/la minin@.




9-Vestir de negro impecable

Si tienes un gato, tendrás que renunciar a ciertos tejidos atrapa-pelos de color negro y oscuro a no ser que quieras ser apodado públicamente como “el/la Yeti”, pero podrás lucir un negro más o menos decente con tejidos más repelators. Si tienes dos o más gatos, sin embargo, te verás obligad@ a sacudir y limpiar cada prenda negra que quieras utilizar cada vez que salgas de casa, sea del tejido que sea, y su uso resultará muy desaconsejable en entrevistas de trabajo, salidas juerguiles y citas (especialmente si son las primeras). Si tus gatos son de pelo largo, bien sean, persas, de angora o de más exóticas razas, olvídate de la precaución inútil de guardar las prendas negras en bolsas precintadas directamente de la tienda y renuncia, por siempre jamás, a comprar cualquier prenda oscura, por el bien de tu imagen pública y de tu salud mental.




Aunque no convivas con gatos, ¿a qué has renunciado “con gusto” o a qué estarías dispuest@ a renunciar?

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mercredi 1 mai 2013

¿Todos los “E.Ts” son malos?




Una noche cualquiera, un desafortunado zapping me muestra una curiosa escena del programa Los misterios del universo (si, el presentado por Morgan Freeman).
En ella, un supuesto científico argumenta que cuanto más sofisticado es un cerebro, más cantidad de alimento requiere. Para demostrar esta afirmación, aparece teletransportado a un prado idílico donde están pastando unas ovejillas. En su opinión, alimentar el cerebro ovejil, requiere un plato de hierba diario, mientras que, por el contrario, alimentar un cerebro humano requeriría un sacazo.
A consecuencia de esto, los humanos, hemos recurrido a una estrategia “no bonita ni agradable” para que nuestros cerebros funcionen a pleno rendimiento: comer carne. A continuación, le sirven a la supuesta lumbrera la pierna de un cordero flotando en grasaca pegajosa, y él la degusta con avidez, mientras observa a las ovejas con un insoportable aire de superioridad y cochinil regodeo.
 
 
 
 
La deducción brillante no tarde en aparecer: si la vida extraterrestre inteligente existiera y su tecnológica fuera lo suficientemente desarrollada como para que llegaran a la tierra, debemos mentalizarnos de una más que terrorífica hipótesis: se trataría de depredadores con cerebros altamente necesitados de “canne”. Si nos visitaran, no sería “en son de paz”, sino que lo harían con el mismo espíritu que los conquistadores de hace unos cuantos siglos: con ansias de dominación y la intención de abastecerse de materiales que, posiblemente, ya no se encuentran en su planeta de origen. Probablemente, a ojos alienígenas, los seres humanos también serían, simplemente, recursos y trozos de carne .  
 
 
Desgraciadamente, el protagonista de este fragmento no es el único científico que está convencido del carnivorismo voraz de posibles especies alienígenas. Hace meses, también en Discovery Channel, emitieron un documental en el que Stephen Hawking argumentaba exactamente lo mismo (y que le ha valido numerosas críticas por parte de la comunidad científica). Y me pregunto yo, ¿de dónde viene esa convicción de que civilizaciones más avanzadas y sofisticadas tienen que ser, necesariamente, hostiles y depredadoras? ¿acaso más evolución equivale a más maldad y más afán de dominio? ¿a involución en lugar de evolución?
 
 
 
En mi opinión, atribuir rasgos y características humanas a los aliens, tanto si son positivas como negativas, es consecuencia de “el efecto Pandora” en que también cayó James Cameron con su Avatar. Y es que resulta, hasta cierto punto, lógico, pero, al mismo tiempo, da muestra de nuestras limitaciones y nuestra falta de imaginación. ¿Tan difícil es admitir que nadie, por muy genio que sea, tiene ni repajolera idea de cómo pueden ser nuestros vecinos?
 
 
 
Da la impresión de que existe un endiosamiento desproporcionado hacia los supuestos genios o las personas que poseen un coeficiente intelectual exorbitante (¿es que en pleno siglo XXI nadie ha oído hablar de las inteligencias múltiples?), especialmente si son científicos. Pero ser una lumbrera en un campo (o varios), ¿significa que se es un experto en toooodos los campos y que se puede hablar con autoridad de tooodos ellos? ¿no tendría más sentido que se aventuraran a hablar de comportamiento extraterrestre los biólogos, antropólogos, sociólogos, etólogos o, incluso, los más inspirados escritores de ciencia ficción? ;)
 
Y tras esta interesante pregunta, agotada de tantas ideas, me marcho a un campo cercano con mis amigas las ovejillas, a degustar mis dos arrobas de hierba diarias ;)
 
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