jeudi 15 novembre 2012

Éxodo laboral: ¿El “¡vente a Alemania, Pepe!” del siglo XXI?




Uno de los titulares preferidos por la prensa, nacional e internacional, es el ¡vente a Alemania, Pepe!, o la emigración, forzada y forzosa, de miles de jóvenes pero sobradamente preparados que, frustrados y desencantados ante el devastador tsunami de paro, sueldos tercermundistas y ninguneadísimos derechos laborales, han decidido hacer sus maletas y buscar refugio en otros países, más profesionalmente acogedores y menos económicamente inundados.
 
Y si, es indudable. Las cifras de jóvenes que abandonan en masa el país como si fuera la última noche del Titanic aumentan diariamente. Por lo tanto, el titular encaja como un guante en la doctrina del shock bajo la que vivimos sometidos. Lo que no nos cuentan, eso que parece que se quiere olvidar, es que si bien el porcentaje de éxodo laboral juvenil ha subido, no lo ha hecho de forma desproporcionada o exponencial. Se va más gente que antes, es cierto, pero, según los demógrafos, el flujo de “españoles en el mundo”, como ya nos enseña el famoserrimo programa televisivo, siempre ha sido continuo y constante. Los jóvenes tienen la sana tendencia a hacer las maletas desde siempre, pero nadie ha querido remarcarlo hasta ahora.
 
 

Parece que las ramas gigantes y distorsionadas de la crisis nos impiden ver el bosque. El panorama laboral, antes de que estallasen todas las burbujas, por ejemplo, no era, precisamente, alentador. También entonces, por muy preparad@ y formad@ que estuvieses, resultaba más que complicado encontrar un trabajo a la altura de tu preparación y tus habilidades (a menos que se tuviera mucha suerte, enchufe y/o se cursara una de las carreras estrella como ingeniería, en todas sus especialidades), de tal forma que la mayoría de la población joven se limitaba a tragarse sus sueños y sus aptitudes para conformarse con un trabajo que, simplemente, le pagase las lentejas.
 
Y es que este país no es y, posiblemente, nunca ha sido acogedor y nutridor con sus nuevos cachorros. Es cierto que en la pre-crisis era más fácil encontrar un empleo digno, pero la generación de la frustración laboral ya había comenzado: encontrar ese trabajo ansiado o vocacional, para que el que se llevaba media vida soñando (y muchos años preparándose) resultaba un lujo sólo al alcance de muy pocos. Y ya entonces, como ahora, había un porcentaje de gente muy cualificada que sentenciaba “me merezco algo mejor y aquí no lo voy a encontrar”.
 
 
 
 
Las diferencias entre la pre-crisis y middle-crisis son más cuantitativas que cualitativas. Hace 10-15 años nos dijeron que si éramos buenos y seguíamos todas las directrices, conseguiríamos un buen trabajo como recompensa, pero descubrimos que era mentira.                                                                                                                                   
A las últimas generaciones les dicen: no vale la pena que sueñes o que te esfuerces. No aspires a nada gratificante o trascendente. Tener una vocación es una cursilada que pertenece al pasado. Sé práctico, se pasivo, se apático. Si finalmente lo encuentras, confórmate con un trabajo de mierda y da gracias por tenerlo. ¿Descubrirán que es verdad?

 
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