dimanche 18 mars 2012

¡Yo he venido aquí a hablar de mi e-book!



Cada vez que un/a amig@ o conocid@ trata de que adivine qué le acaban de regalar (o qué se acaba de autoregalar), no muestro ningún atisbo de curiosidad. Sé que es un e-book. Durante los últimos meses, una ola de literatura digital está arrasando en mi microcosmos, de la misma forma que, hace casi dos décadas, lo hizo el “zapatófono móvil”.

Por algún motivo, tod@s creen que el invento puede interesarme. Será por su gran capacidad de almacenamiento de libros de todo tipo, idioma y condición. Será por que el e-book se ha declarado abanderado en la lucha contra la deforestación. Je ne sais pas. La cuestión es que, a pesar de sus innegables atributos, aún muestro por él la misma desconfianza y rencor que el carismático George Valentin ante la llegada del cine sonoro.

No sé cuanto de temor a no estar a la altura hay en mi tecnófoba actitud. Sería lógico pensar que todas las generaciones, por muy digitalizadas, adaptativas y jóvenes que se crean, tienen un talón de Aquiles tecnológico. Este talón puede presentarse en forma de anquilosamiento o de apego desmedido. Paul Auster confiesa (ante el estupor de todos los que tenemos inquietudes literarias), que sigue escribiendo con máquina de escribir. Algunos músicos y melómanos abominan del CD y se aferran al entrañable vinilo. Y es que es posible que siempre exista un invento al que se llega con mala disposición o demasiado tarde. ¿Y si, en el caso de muchos de nosotr@s, ese invento fuera el e-book?




Para mi un libro digital es una carcasa intercambiable, una escultura de humo, un objeto mágico al que le han robado el alma. No se puede oler ni acariciar y resulta frío e impersonal. Aunque, tal vez, lo que no soy capaz de perdonarle, es su evanescencia. Como dice (mejor) Jonathan Franzen “Una pantalla siempre da la sensación de que puede ser borrada y modificada. Cuando leo un libro trato con un objeto específico en un lugar y un tiempo concretos. El hecho de que cuando cojo el libro de la estantería es siempre el mismo es tranquilizador. El sentido de permanencia siempre ha formado parte de mi experiencia como lector".

Obviamente, nuestra forma de leer y de comunicarnos esta cambiando. Las redes sociales y los blogs, por ejemplo, nos han puesto como meta básica la novedad, la sorpresa y la inmediatez. Como compartidores, necesitamos actualizar e innovar compulsivamente para mantener la atención de los demás, mientras que, como lectores, nos aburrimos leyendo textos largos y complejos. Demandamos fast readings: algo cool que nos impacte y nos enganche instantáneamente, pero que, al mismo tiempo, tampoco nos haga reflexionar demasiado. Rechazamos progresivamente la complejidad, la profundidad y la capacidad de análisis.

Por todo esto y teniendo en cuenta, además, que la nueva cantera de escritores se ha nutrido y se nutre en internet, ¿matará el e-book la buena literatura durante los próximos años? ¿qué opinarían al respecto Hanta, el solitario rescatador de libros en Praga, su maravilloso “clon cinematográfico” Wall•E o el no menos inolvidable (y entrañable) Bastian Baltasar Bux?




Un imprescindible corto de oscar para tod@s l@s que, en alguna ocasión, han llorado porque se terminaba una historia, han escrito conmovidos en los márgenes de sus páginas favoritas o se han dormido abrazados a un libro.





Otro regalito en post ;)

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