lundi 30 janvier 2012

How to start a revolution: estrategia y pacifismo contra la tiranía



Se llama Gene Sharp, es el experto en revoluciones no violentas más prestigioso del mundo, e incluso ha sido nominado al premio Nobel, pero casi nadie lo conoce.
Hace casi dos décadas, este ilustre filósofo escribió De la dictadura a la democracia, y, según los expertos, esta ha sido una de las guías de cabecera de los rebeldes que desataron (y siguen realizando) la "primavera árabe" en Túnez, Egipto, Siria, Libia, y también de las revoluciones de otros países del norte de África, Guatemala, Serbia, Ucrania, etc. Sus trabajos ha sido traducidos a más de treinta idiomas y sus libros pasan, de frontera en frontera, a escondidas de las policías secretas en todo el planeta.

En su obra más mítica (e imprescindible), Sharp desarrolla el argumento de que el "desafío político masivo" es más eficaz que la resistencia violenta para cambiar sistemas políticos opresivos y abrirlos a la democracia. Hundiendo sus raíces en la firme resistencia de Martin Luther King y Mahatma Ghandi, Sharp nos dice que el poder político, el poder de cualquier estado (independientemente de su organización estructural interna) deriva de los individuos del estado. Su creencia fundamental es que toda estructura de poder se basa en la obediencia de los sujetos a las órdenes de los dirigentes. De esa forma, si el sujeto no obedece, los líderes no tienen poder.




En su opinión, todas las estructuras efectivas de poder tienen sistemas complejos mediante los cuales extraen la obediencia de los individuos. Estos sistemas incluyen instituciones específicas (policía, juzgados, entidades reguladoras) pero también pueden incluir la dimensión cultural, que inspira obediencia introyectando la idea de que el poder es monolítico, y, por lo tanto, único, sólido y casi indestructible (el culto divino a los faraones egipcios, las normas éticas y morales, los tabúes, etc). A través de estos sistemas, los individuos son enfrentados con un sistema de sanciones (prisión, multas, ostracismo) y recompensas (títulos, riqueza, fama) que influye en la extensión de su obediencia.
La debilitación y subordinación de las instituciones sociales, económicas, políticas y culturales al interés de un grupo de mandamases, tienen una consecuencia fatal: la atomización (o fragmentación) de la población, pero sobre todo su pérdida de confianza en sí misma para actuar.

¿Cuáles son las opciones, entonces, para derrotar una [a menos que sea Islandés, introduzca el sistema de gobierno actual de su país aquí]? Ante todo, hay que tener en cuenta un hecho vital: escoger la violencia como mecanismo de resistencia es querer pelear con las mismas armas y en el mismo terreno del enemigo; éste, casi siempre está mucho mejor equipado para enfrentarse a ese tipo de conflicto, y las consecuencias, tanto en vidas como en daños materiales, resultan devastadoras.




Sharp descarta como alternativas: el golpe de estado (deja intactas las élites de poder); las elecciones (no resultan más que simulacros manipulados por el dictador); y el apoyo de extranjeros que, con frecuencia, tienen su propia agenda, nada desinteresada.
Concluye, entonces, que hay cuatro medidas inevitables para vencer al poder:

1- Fortalecer a la población en su determinación de lucha,
2- Fortalecer a los grupos sociales e instituciones independientes que tenga el pueblo,
3- Crear una fuerza poderosa de resistencia, y
4- Desarrollar un plan estratégico detallado para la liberación, y ejecutarlo bien.

A sus 84 años, además de una mente clara y un espíritu imbatible, Sharp tiene una gran pasión: las orquídeas. En sus métodos como jardinero se resume y define su filosofía de vida: “Si no tratas a una orquídea (o a cualquier otra cosa) como se merece, no proliferará”.

Ahora que estamos en lo más crudo del más crudo invierno y tenemos toda una primavera por delante, cultivemos más y mejor, herman@s...




“Estas armas no violentas son muy importantes porque le dan a la gente una alternativa. Si la gente no las tiene, si no se dan cuenta de su poder, volverán a caer en la violencia y la guerra una y otra vez".

“Quien no se rinde, nunca será derrotado”

Gene Sharp.


Para ver el documental How to start a revolution (el enlace se autodestruirá en 7 días)

lundi 2 janvier 2012

¿Psicópatas entre nosotr@s?



Sería un alivio y un aún mayor consuelo pensar que la psicopatía es sólo el funesto y trágico resultado de una serie repetida de abusos emocionales en la infancia, la época más vulnerable y plástica de la vida. La mayoría nos enorgulleceríamos al admitir que no conocemos a ningún psicópata personalmente, y que sólo los periódicos, las novelas, la televisión o el cine nos ponen en contacto con tan temidas bestias pardas, pero nos equivocaríamos.

Los científicos y psicólogos nunca se han puesto de acuerdo sobre el origen de la psicopatía, pero ahora parece haber cierto consenso en el hecho de que el cerebro del psicópata es diferente al de los individuos “normales”. No es que los primeros nazcan con una diferencia anatómica, sino con una diferencia funcional. Para que nos entendamos: su cerebro no está enfermo, simplemente, funciona de otra manera.

Las diferencias estructurales radican en que su lóbulo frontal muestra una desconexión con el sistema límbico. Al parecer, en ese área se asienta la actividad cerebral que hace que nos pongamos en el lugar del otro emocionalmente hablando, es decir, que empaticemos y que emitamos juicios morales no puramente lingüísticos, sino sentidos.

¿Conclusión? El psicópata nace y también se hace. ¿Cuál de los dos es más peligroso? Una vez más, la respuesta es depende. Una persona que presente rasgos psicopáticos graves o moderados desde la cuna puede despsicopatizarse si da con una familia emocionalmente sana (aunque puede que nunca llegue a niveles de empatía normales), mientras que un cerebro “normal” puede “modelarse” hasta convertirse en el más frío y peligroso del planeta, si desde niño lo han querido mal o no lo han querido en absoluto. Obviamente, también hay psicópatas que nacen y se hacen, al mismo tiempo. Lo preocupante, de todas formas, no radica en el origen de su psicopatía, sino en el grado.



¿Y cuales son los rasgos psicopáticos básicos? No tenemos más que repasar la lista de psicópatas célebres desde Hannibal Lecter hasta el talentoso Mr Ripley. Todos son inteligentes, manipuladores y poseen encanto para seducir y mentir y poder así alcanzar sus objetivos. La culpa o el remordimiento no existen, tienen sus propios códigos morales; cosifican (o parasitan) a los demás y son incapaces de verlos como seres vivos, sino como medios para alcanzar un fin. Se trata también de personas sumamente egocéntricas y megalómanas, sus delirios de grandeza les impulsan a marcarse metas nada realistas y son enormemente fantasiosos, se sobreestiman continuamente. Además, son incapaces de amar y no muestran ni empatía, ni reacciones afectivas hacia otros (a menos que finjan para obtener una recompensa). Suelen tener, también, necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas (recordemos a cierto psiquiatra previamente mencionado y sus “menús alternativos”), pero no aprenden de la experiencia y, a largo o medio plazo, tienen mala memoria.

Los datos dan mucho miedo. Un 10% de la población española presenta algún rasgo de psicopatía y un 2% los tiene todos. En otras palabras, 2 de cada 100 personas con las que nos cruzamos diariamente son psicópatas peligrosos. La mayoría de ellos son “psicópatas integrados” favorecidos por una sociedad profundamente individualista e impersonal que aplaude a quien se marca objetivos egoístas concretos y no se detiene ante nada ni nadie hasta conseguirlos.
Entre la clase política abundan este tipo de psicópatas, pero también son frecuentes al frente de empresas, en cargos de responsabilidad o conspirando para alcanzarlos. Su habilidad para manipular y tergiversar hechos y su ausencia completa de remordimientos, les facilitan escalar hasta los puestos más altos.

Sin embargo, no todos los psicópatas son maltratadores, neonazis, violadores, asesinos en serie o inhumanos infames que torturan y/o asesinan a sus mascotas. Puede que muchos de ellos no pretendan hacer mal o dañar a otros conscientemente, pero si alguien se interpone entre ellos y su objetivo, incluso accidentalmente, acabará formando parte de un club de victimas colaterales con muy pocos o nulos remordimientos.


Pero, a pesar de lo que pueda parecer, la mayoría de ellos, tarde o temprano, pagan el precio de sus perversiones y acaban siendo víctimas de si mismos. Como son incapaces de medir las consecuencias de sus actos, la hostilidad y el rencor de los que les rodean los acaba engullendo, condenándolos irremediablemente al ostracismo. A niveles más íntimos, las consecuencias son aún más dramáticas. El psicópata no es capaz de sentir verdadero afecto ni de mantener relaciones a largo plazo, por lo tanto, no puede tener amigos, ni pareja, ni relaciones familiares estables.

No a todos se les ve el plumero, sin embargo. Posiblemente, todos tengamos un vecino, un compañero de trabajo o un familiar con rasgos psicopáticos, un ser emocionalmente inestable, vengativo, frío y capullil que nos produzca genuino mal rollo. Pero también puede ser que el psicopata nos atienda diariamente en un bar/banco/tienda, o que nos contrate con la mejor y más encantadora de sus sonrisas, mientras que, al llegar a casa, disfrute torturando con un collar de descargas eléctricas a su perro.

Llegados a este punto, resulta inevitable preguntarse: si el psicópata ha llegado hasta aquí, si la disfunción fisiológica que presenta no se ha corregido o moderado a lo largo los años, ¿qué retorcido motivo ha impulsado a la evolución a mantener semejante patología perversa?¿en qué favorece esta particular “estrategia cognitiva” a nuestra especie? ¿será adaptativo mantenernos alerta, desconfiados, o, incluso, ligeramente misántropos?

Aviso a internautas: ¿Cuántos contactos tienes? Si superas el mágico número 100, revisa minuciosamente tu lista. Nunca se sabe… ;)
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