mercredi 19 décembre 2012

Imitando verdugos




Lo afirmaba de manera tan rotunda, que supe que no habría forma de hacerle cambiar de opinión. Aquella señora no podía entender las críticas de su hija sobre los supuestos privilegios machistas de los que se favorecía su hijo. ”Los hemos educado igual.  Siempre les hemos dicho que hombres y mujeres eran iguales” repetía incesantemente. Tuve que morderme la lengua para no explotar su burbuja igualista. Lo que aquella buena mujer le hubiera repetido hasta la saciedad a sus retoños era lo de menos. De nada sirve afirmar una cosa y adoptar el comportamiento opuesto. En la esquizofrenia infantil entre lo que se dice y lo que se hace, generalmente, gana lo segundo.
De niños aprendemos por imitación, absorbiendo la forma de ver y de enfrentarse al mundo de nuestros seres más cercanos, y, al jugar, reflejamos y copiamos sin pudor comportamientos adultos. Más mayores, reproducimos elementos de los looks y estilos de otros cuando nos vestimos. Nos nutrimos de musos e influencias cuando creamos. Mimetizamos allidondefuereshazloquevieres cuando viajamos o trabajamos. Alimentamos expectativas heredadas y escenificamos escenarios ajenos cuando nos enamoramos. Casi nada es total y genuinamente nuestro, bien sea bueno o malo.

La psicopatía también se puede imitar. Está demostrado que cada vez que un asesinato o masacre sale a la luz pública, decenas, puede que cientos de (potenciales) psicópatas a lo largo de mundo, se “inspiran” para llevar a cabo una atrocidad parecida.




 
Al conocer la noticia de la matanza de Newtown, además del lógico shock (y de la aún más lógica reafirmación por el desprecio a la segunda enmienda, esa que recoge el derecho a llevar armas), dos cosas surgieron en mi cabeza. La primera fue lo mucho que (salvando las distancias) esta tragedia se parecía al argumento de Tenemos que hablar de Kevin y la segunda “¿cuántas semillas de sangre se acaban de plantar?”.

Es muy fácil esconder el espejo y demonizar a un asesino con evidentes problemas mentales e incluir en la quema a su madre, Nancy Lanza, una fanática de las armas, obsesionada con la llegada del fin del mundo, que enseñó a disparar a sus propios hijos por si ocurría “cualquier tipo de emergencia o caos”. Pero ese ambiente enfermo, disfuncional, enrarecido en la casa de los Lanza, no ha surgido de la nada, como un inocente conejo de una chistera, sino que es producto de muchas circunstancias desafortunadas: crecer en la familia equivocada, en el país más pro-armas y paranoico, y en el, probablemente, momento más desconcertante y desorientado de la historia, entre otras muchas cosas.
Obsesionados con el porqué de cada tragedia concreta, con señalar, marcar y ajusticiar a los culpables, casi nadie parece considerar que los casos aislados (y las responsabilidades aisladas) no existen, sino que cada acto y respuesta están interconectados con todo lo que les rodea. Y es que tod@s somos víctimas de víctimas y muchos (y variados) son los ingredientes que conforman un caldo de cultivo.
 
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lundi 3 décembre 2012

Atracción sexual genética




[Aviso al/a lector/a: esta actualización es una mezcla entre psicología, tabúes sexuales y frikismo desinhibido (amén de contener spoilers sobre famosas sagas galácticas y algunas series), así que si el cocktail de todos estos elementos no te interesa, abandona ahora o arrepiéntete para siempre].

Cuando Luke Skywalker conoce a Leia, en lugar de una perturbación positiva en la fuerza, lo que siente es un flechazo en toda regla. Con el paso del tiempo, ese cuelgue se transforma (o se reprime), no sólo porque hay claros indicios de que el objeto del afecto de la princesa es otro, sino porque se impone un obstáculo infranqueable entre ellos: ¡son hermanos!.
Tradicionalmente, este último dato es lo suficientemente poderoso y tabú como para desenamorar a cualquiera, pero, si Luke hubiera intuido ese vínculo desde el principio, gracias a sus poderes, y a pesar de todo hubiera seguido deseando un encuentro sexual o, incluso, una relación romántica, ¿le habríamos considerado un pervertido y/o un enfermo mental? ¿habríamos censurado su inclinación al incesto con más severidad que su posible inclinación hacia el lado oscuro?

La respuesta a estas dos cuestiones sería un claro y rotundo si sólo si se desconociera el fenómeno de la atracción sexual genética, término acuñado a finales de los 80, pero, lo suficientemente insolito, inquietante y censurable como para no aparecer ni en la prensa ni en los manuales de psicología. Al parecer, afecta a personas genéticamente cercanas, como padres e hijos, hermanos o, incluso, primos carnales que han crecido separados y que se conocen (o se reencuentran) en la edad adulta.
 
 
¿Por qué surge? A menos que se sea un Lannister, el vínculo familiar normal a través del contacto y el afecto que se crea en familias que permanecen unidas desde la infancia elimina la posible atracción sexual entre sus miembros. A esto se le conoce como Efecto Westermarck o impronta sexual inversa, y se intuye que es la estrategia evolutiva que evita la endogamia. Sin embargo, en miembros de la misma familia que crecen separados (o no llegan a conocerse), este “vínculo antierótico” no se ha creado, por lo tanto, es en la necesidad de crear ese lazo lo más rápida y eficazmente posible a partir del encuentro, cuando surge un inoportuno efecto compensatorio, aproximadamente, en la mitad de los casos: la atracción sexual genética.
La ASG ha comenzado a estudiarse muy recientemente. El mayor número de adopciones sumado a la mayor facilidad para acceder a los datos personales de esos familiares extraviados, ha facilitado los reencuentros.Sus afectados se enfrentan a un verdadero dilema emocional y cultural que casi siempre es duramente censurado por su círculo más cercano.                                                                                                                        
Algunos padres ven en sus hijos rasgos claros de la mujer o el hombre del que se enamoraron; entre hermanos, en algunas ocasiones, conocer a esa persona resulta como encontrar a ese alma gemela con la que llevas soñando toda la vida, alguien extrañamente familiar con quien se comparten tantas similitudes, a tantos niveles, que asusta.
 
 
Muchos de sus afectados han sucumbido al incesto y se han enfrentado, incluso, a denuncias y penas de cárcel. Otros han formalizado su relación sin censuras ni remordimientos (a pesar de ser condenados al ostracismo por familiares y amigos), llegando, en algún caso, a tener hijos biológicos. También hay un porcentaje considerable que ha conseguido, con mucho esfuerzo y fuerza de voluntad, frenar su atracción a tiempo y reformular la relación. Pero en lo que todos parecen coincidir, es que no se puede juzgar ni condenar una situación de este tipo, a menos que se haya vivido en primera persona.
Yo tengo una hipótesis sobre la ASG que, posiblemente, sea del todo descabellada. Opino que hay una relación directamente proporcional entre la insatisfacción e infelicidad que padecen estas personas antes de conocerse y la fuerza de la atracción sexual que, potencialmente, puede surgir entre ellas. Si, por el contrario, estos padres/hermanos/etc están más o menos satisfechos con su familia adoptiva y/o con la vida que han creado en la edad adulta, tendrán menos necesidad de crear un vínculo compensatorio que llene sus “carencias de felicidad y familia”.
 
 
 
Hay varias formas de prevenir la ASG. Además de despojarla de su condición de abominación de la naturaleza, los miembros de la familia deben tratar, siempre que sea posible, mantener el contacto regular con esos familiares extraviados (vital en el caso de hermanos). Cuando la falta de contacto resulta inevitable (los casos de adopciones internaciones son el ejemplo más extremo), debería ser obligatorio que, antes del esperado encuentro, estas personas fueran advertidas y guiadas por un profesional.  
 
Puede que en el futuro una mayor conciencia social y ecológica multipliquen considerablemente el número de adopciones, por lo tanto, es más que probable que el fenómeno se normalice y que famosas terapias contra la ASG surjan con ellas.                             
 
Se dice que este fenómeno es el último gran tabú sexual que nos queda como superar como especie. Je ne sais pas. Lo que si tengo claro, es que, ya no volveré a ver el culebrón de parentescos de Star Wars (o cualquier reencuentro familiar en la pantalla, bien sea grande o pequeña) con la misma inocencia.
 
 
 

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jeudi 15 novembre 2012

Éxodo laboral: ¿El “¡vente a Alemania, Pepe!” del siglo XXI?




Uno de los titulares preferidos por la prensa, nacional e internacional, es el ¡vente a Alemania, Pepe!, o la emigración, forzada y forzosa, de miles de jóvenes pero sobradamente preparados que, frustrados y desencantados ante el devastador tsunami de paro, sueldos tercermundistas y ninguneadísimos derechos laborales, han decidido hacer sus maletas y buscar refugio en otros países, más profesionalmente acogedores y menos económicamente inundados.
 
Y si, es indudable. Las cifras de jóvenes que abandonan en masa el país como si fuera la última noche del Titanic aumentan diariamente. Por lo tanto, el titular encaja como un guante en la doctrina del shock bajo la que vivimos sometidos. Lo que no nos cuentan, eso que parece que se quiere olvidar, es que si bien el porcentaje de éxodo laboral juvenil ha subido, no lo ha hecho de forma desproporcionada o exponencial. Se va más gente que antes, es cierto, pero, según los demógrafos, el flujo de “españoles en el mundo”, como ya nos enseña el famoserrimo programa televisivo, siempre ha sido continuo y constante. Los jóvenes tienen la sana tendencia a hacer las maletas desde siempre, pero nadie ha querido remarcarlo hasta ahora.
 
 

Parece que las ramas gigantes y distorsionadas de la crisis nos impiden ver el bosque. El panorama laboral, antes de que estallasen todas las burbujas, por ejemplo, no era, precisamente, alentador. También entonces, por muy preparad@ y formad@ que estuvieses, resultaba más que complicado encontrar un trabajo a la altura de tu preparación y tus habilidades (a menos que se tuviera mucha suerte, enchufe y/o se cursara una de las carreras estrella como ingeniería, en todas sus especialidades), de tal forma que la mayoría de la población joven se limitaba a tragarse sus sueños y sus aptitudes para conformarse con un trabajo que, simplemente, le pagase las lentejas.
 
Y es que este país no es y, posiblemente, nunca ha sido acogedor y nutridor con sus nuevos cachorros. Es cierto que en la pre-crisis era más fácil encontrar un empleo digno, pero la generación de la frustración laboral ya había comenzado: encontrar ese trabajo ansiado o vocacional, para que el que se llevaba media vida soñando (y muchos años preparándose) resultaba un lujo sólo al alcance de muy pocos. Y ya entonces, como ahora, había un porcentaje de gente muy cualificada que sentenciaba “me merezco algo mejor y aquí no lo voy a encontrar”.
 
 
 
 
Las diferencias entre la pre-crisis y middle-crisis son más cuantitativas que cualitativas. Hace 10-15 años nos dijeron que si éramos buenos y seguíamos todas las directrices, conseguiríamos un buen trabajo como recompensa, pero descubrimos que era mentira.                                                                                                                                   
A las últimas generaciones les dicen: no vale la pena que sueñes o que te esfuerces. No aspires a nada gratificante o trascendente. Tener una vocación es una cursilada que pertenece al pasado. Sé práctico, se pasivo, se apático. Si finalmente lo encuentras, confórmate con un trabajo de mierda y da gracias por tenerlo. ¿Descubrirán que es verdad?

 
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dimanche 22 juillet 2012

Los seis tipos de compartidores internetiles



El New York Times junto con Customer Insight Group publicó un estudio que revela la existencia de diferentes tipos de usuarios que comparten información en las redes sociales. Según el informe, existen cinco motivaciones principales para publicar contenido: hacer llegar contenido valioso y entretenido a los contactos, definirse como persona ante los demás, hacer crecer y nutrir las relaciones, el autocrecimiento y correr la voz acerca de acontecimientos, protestas, ofertas y demás.

De acuerdo con el estudio, estos son los seis tipos de ciberautas que comparten contenido:



1. Altruistas: Estas personas son amables, consideradas y responsables. Muchos altruistas están permanentemente conectados y envían información y enlaces vía e-mail o vía facebook/twitter y demás. Cada vez que encuentran algo fiable, útil y relevante, desean que otras personas también se beneficien de él. Suelen compartir consejos o tips sobre nutrición y bienestar, y, al mismo tiempo, usan esta información para decirles a sus amigos que piensan en ellos. Un ejemplo de altruista sería alguien que manda una oferta de trabajo a un amigo en paro o un artículo medico a un familiar con problemas de salud.



2. Profesionistas: Son internautas avispados que, conscientes del potencial de las redes sociales, buscan darle un empujón (o renovación) a su carrera a través de la información que comparten. Suelen crear perfiles y publicar contenido en redes como LinkedIn y facebook, ya que les ayuda a generar contactos profesionales y atraer clientes y socios comerciales.



3. Boomerangs: Este perfil comparte información para obtener validación y reacción. Comparten información valiosa a través de facebook y twitter para captar y atraer a otros usuarios. Quieren ser vistos como personas incitadoras (o directamente provocadoras), inteligentes e informadas, por lo que se decepcionan si no logran una respuesta.




4. Rebeldes o Hipsters: Los hipsters son jóvenes, creativos y populares y se decantan siempre por el último grito en tecnología. Comparten información que demuestre que están a la vanguardia cultural y creativa (a través de métodos más rápidos de comunicación como los sms, twitter o skype). Exhibir contenido para ellos es mostrar quienes son como personas.



5. Conectores: Creativos, considerados y tranquilos, se les da bien ser estrategas y pensar a largo plazo. Suelen hacer planes vía e-mail o facebook y se aprovechan de los descuentos, regalos y promociones online (y a veces invitan a sus contactos a sacar tajada con ellos). ¡Son los grandes ahorradores de la red!.
 



6. Selectivos: Son ingeniosos y emprendedores y se muestran cuidadosos y considerados con la información que comparten. Prefieren mandar un e-mail o un mensaje privado antes que publicar en un muro o "lugar público". Son conscientes de la permanencia de todo lo que se publica en la red, y saben que cada mensaje es registrado, a pesar de que se borre o se envíe a la papelera.

¿Y tú de quién eres?


Y, para terminar, un chistecillo bloguil real como la vida misma ;)



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mercredi 2 mai 2012

Thirtysomething



-      El cuerpo humano comienza a envejecer a los 18 años, ¿lo sabías?

-      ¿No se suponía que era a los 25?

-      No, al parecer, hay procesos que se completan a esa edad, pero el cuerpo, en general, alcanza su plenitud a los 18

-      ¡Que fuerte!

-      No nos dejan disfrutar ni un miserable cuarto de siglo: ¡vivimos sólo para envejecer!

-      Eso parece… oye, ¿a qué viene esta repentina obsesión con la edad? ¿no será por eso de cumplir los 30?

-      Bueno…

-      ¡Lo sabía!

-      Digamos que lo llevo regular…

-      Ajá…

-      ¿Qué es lo que más cambia con el nuevo  dígito?

-     Bueno, los 30 de ahora no son lo que eran hace 40 ó 20 años, además, depende de tu personalidad y las circunstancias en que…

-      No me vengas con rollos y contesta

-     Sólo puedo decirte los cambios que he vivido yo, pero no creo que sea un sujeto modelo en esta o ninguna otra encuesta

-      Será suficiente

-     Está bien. Cuando abandonas los 20, la gente de tu edad está en la fase de búsqueda de árbol, por así decirlo…

-      ¿Búsqueda de árbol?

-      Si, bueno, he pesando que ya que te gustan los pájaros, una metáfora de este tipo sería apropiada

-      OK, entiendo. Sigue

-      Los 30 suponen, básicamente, la transición de la búsqueda de árbol al anidamiento


      -      ¿Te refieres a los hijos?

-     Me refiero a todo lo que sea poner las bases de algo sólido, de construir a largo plazo. Puede ser una relación de pareja, un churumbel, un proyecto laboral, un objetivo creativo, eso depende de cada cual. La gente que no consigue invertir o echar raíces en algo que considere importante, se frustra y se amarga miserablemente

-      Entiendo…

-      Algunos se aferran al nido equivocado o tiran la toalla antes de tiempo, especialmente pasados los temibles 35, que se perciben como la frontera en la que dejas de ser oficialmente joven. Las mujeres sufren más presión con eso de la caducidad del útero, pero, en general, todos creen que lo que no consigan en la treintena, nunca llegará o será menos valioso, como si los 40 fueran una carrera de velocidad que hay que ganar o perder inevitablemente, y la calabaza nunca pueda volver a ser carroza…

-      Suena bastante deprimente…

-      Lo es

-      ¿Entonces prefieres la veintena?

-      Yo no he dicho eso. Creo que estaba más perdido a los 20...

-      Pero has admitido que los 30 son deprimentes

-     Bueno, el panorama, generalizando mucho, resulta más serio que el de la veintena. Las presiones por hacer algo con tu vida son mayores, hay que comenzar a hacer el duelo de la propia juventud… con todo lo que ello supone… además, la gente de tu edad se aleja y se centra en sus “nidos” y algunos amigos se conforman o se aviejunan, pero no tiene que ser peor o más triste o aburrido, también se puede vivir una especie de formateo

-      Intuyo que ahora llega un discurso tipo manual de autoayuda

-     No, nada de eso. Es solo que no todos seguimos las mismas rutas migratorias y no se puede permitir que los horarios de vuelo de las rutas que si compartimos los decidan otros. Cada uno debe valorar de dónde viene y comprobar si está volando a la altura de sus posibilidades o si no está invirtiendo lo suficiente en hacerse feliz

-      No tengo claro si, hasta ahora, he sido lo suficientemente feliz

-      Eso es buena señal. Lo ideal sería que nunca hubiera que planteárselo…


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jeudi 19 avril 2012

Ese rey pecador que viene de matanzarl...



Si Berlanga hubiera introducido los accidentes cinegéticos de la casa real en el guión de La escopeta nacional (o séase, el fraticidio involuntario del rey, su actual rotura de cadera y el autodisparo en el pie del nieto Froilancín), posiblemente, se hubiera considerado demasiado esperpéntico y surrealista, incluso, para el universo berlanguiano. Y es que la realidad siempre supera a la ficción.

No es difícil imaginarse la precuela. Érase una vez un rey muy mayor, carca y achacoso que anuncia a sus consejeros que, en plena semana santa, necesita una dosis de virilidad real en forma de sangre de paquidermo. Todos se le echan encima gritando “¡nooooooooorl!”, pero el monarca, además de los arranques temperamentales, las cabezonerías y los melopasotodoporelarcodeltriunfismos de la vejez, suma la prepotencia rancia de su rango y contesta “pues me largo, porque yo lo valgo”.

Poco imaginaba el juancar la granizada de críticas que le iban a caer por culpa de un accidente delator. Y es que él siempre ha cazado todo lo que se le pusiera por delante, contra cruzadas conservacionistas y sin escrúpulos de ningún tipo ni condición. ¿Por qué le critican ahora? ¿es que es por el gasto económico que ha supuesto su sangriento capricho en plena crisis, por su falta de transparencia o por lo inapropiado del hobbie en si mismo? Sin embargo, de entre todas estas dudas, su mente real no deja de dar vueltas a una espinosa cuestión: ¿si no llevaran todos el cinturón tan apretado, se me habría censurado de la misma forma?




Y es que como bien dice el director de investigaciones de Igualdad Animal, todo el mundo habla del coste económico y de la frivolidad del monarca, pero nadie piensa en el coste de la matanza para la familia de ese elefante, o más bien, elefanta. Se trataba de una matriarca, la pieza estrella de cualquier caza de elefantes que se precie debido a su tamaño, majestuosidad (y magnífico marfil). Contra las cacerías hemingwayanas no hay Diane Fossey que valga. En países paupérrimos como Botswana, los esfuerzos conservacionistas nunca traspasan los muros del poder y el dinero.

Los elefantes, ajenos a la estupidez, ruindad y sadismo humanos, se organizan en clanes organizadísimos y muy complejos. Cuando una matriarca muere, toma su lugar otra hembra que ha recibido todos los conocimientos de la hembra fallecida: las rutas migratorias, dónde buscar agua, comida, etc. La muerte, por causas naturales, de una matriarca, significa que, tras el periodo de luto (con ritos funerarios incluidos que, además, se repiten año tras año) la manada se reorganiza.

Cuando una matriarca muere asesinada, sin embargo, se condena a toda la manada, ya que los más jóvenes no tienen de quien aprender a encontrar esos conocimientos y rutas; este hecho se ha vivido en muchos poblados y ciudades africanas, donde pequeños grupos de jóvenes elefantes asaltan, en una aparente euforia vandálica, desde casas y tiendas hasta siembras y cosechas. Se comportan como se comportarían (de hecho así sucede) un grupo de adolescentes que vive sin la guía de sus mayores. Es entonces cuando los cazadores utilizan estos actos como excusa para matar a estos jóvenes elefantes también.


Resulta ingenuo pero inevitable preguntarse: ¿y todas estas vidas preciosas brutalmente aniquiladas sólo para que un grupo de ricachones sin escrúpulos pueda demostrar que forma parte del equipo de los intocables sin Elliot Ness? ¿no podría alguna especie alienígena bajar a la tierra y cargárselos dolorosa y lentamente, esgrimiendo los mismos y asquerosos argumentos con los que ellos justifican la caza de elefantes?

Ante la presión popular, el mataelefantes real ha pedido perdón, pero no nos engañemos: sólo ha sido un cachete. Sin embargo, por mucho que se disculpe con ese campechanismo que tan buen resultado le ha dado siempre, el asunto sigue oliendo a podrido de forma insoportable. El mismo juancar sabe que, él solito, su mayor representante, ha disparado otro tiro de gracia a ese ente, hasta hace poco intocable, que era la anacronísima institución de la monarquía. Los que vemos el triste espectáculo desde fuera, sin embargo, encontramos, entre el asco, la rabia y la indignación, un rayo de esperanza ante la certeza de que la realeza se esta mutilando, poco a poco, a si misma… por la gracia de dios…

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lundi 16 avril 2012

Cotilleo pasivo: enterarse de todo y no querer saber nada


Se han escrito ríos de tinta sobre el drama del fumador pasivo y sus nefastas consecuencias, pero nadie ha prestado atención a una singular alteración psicológica que, como sociedad, tiene las mismas raíces y nos aqueja cada vez con más virulencia: el molesto y frustrante cotilleo pasivo.

La víctima (suelen ser personas discretas, respetuosas, nada chismosas y con poca o nula capacidad de abstracción), se ve envuelt@ en situaciones cotidianas en las que no quiere y no le interesa saber cierta información intima y/o completamente inútil sobre otros, pero que, por algún motivo ajeno a su voluntad, acaba adquiriendo. Esos inoportunos datos le abruman, aburren, amargan o frustran, llegando a provocar una sensación de ansiedad baja o moderada, distrayéndole, obviamente, de sus pensamientos o quehaceres (algunas veces, durante horas o días).

Además de molestos síntomas de inquietud, irritación, impotencia y ansiedad, el cotilla pasivo acaba manifestando síntomas de inadecuación, falta de adaptación y bajo autoestima, ya que asume que, como individuo de una sociedad cotilla, no termina de encajar, sintiéndose injustamente desplazado. Por lo tanto, en ocasiones se esfuerza, sin éxito, en encontrar fascinantes temas que no le interesan en absoluto (ciertos programas televisivos, personajes del corazón, competiciones deportivas, películas, etc), con contraproducentes consecuencias para su ego.




Los agresores o agentes de cotilleo pasivo, son, tristemente, individuos de todos los niveles de intimidad que conforman el microcosmos de la víctima, sin embargo, la tipología más intrusiva y común (también apodada fosforista) suele encontrarse en transportes públicos, bares, restaurantes y tiendas. Se trata de personas con un tono de voz mucho más alto y fuerte que la media y que, al mismo tiempo, también tienen una desproporcionada y desagradable tendencia a hablar de temas íntimos sin pudor en lugares públicos.

Cuando se encuentran solos, su herramienta de agresión o intrusión suele ser el teléfono móvil. Con la excusa de una llamada, secuestran acústicamente el lugar donde se encuentran, haciendo participes involuntarios de su conversación al resto de los ocupantes. Qué impulsa a estas personas a narrar con pelos y señales sus vacaciones, los pormenores de una cita o sus sesiones de gimnasio, no es relevante en el caso que nos ocupa. Desentrañar las raíces del egocentrismo no ayudara a que los cotillas pasivos dejen de sufrir sus efectos. Lo único aconsejable es prevenir (o suavizar) los encuentros, y para ello, se aconsejan varios métodos:




A) El turista accidental: Llevar siempre un reproductor de música al que se pueda acceder en los tiempos muertos del día (colas de todo tipo, transportes públicos, supermercados, probadores de tiendas de ropa, etc). Ayudará a abstraerse del mundo y evitará, al mismo tiempo, que la gente nos dirija la palabra.

B) El Lorelai Gilmore: aprender las técnicas de distracción/confusión básicas y aplicarlas en los encuentros familiares, charlas laborales o reuniones con amigos (se ha demostrado que atajar el problema con un directo “no me interesa lo que pase en Gran Hermano” no sólo no funciona, sino que incita al cotilleador).

C) El Gary Oldman (sólo apto para pacientes con tendencia al histrionismo y/o sin sentido del ridículo) consiste en poner drásticamente fin a la situación de cotilleo, robándole descaradamente el protagonismo al fosforista. Para ello, se recomienda fingir una conversación o situación, aún más llamativa, exhibicionista y chabacana que la del cotilleador hasta que este se sienta eclipsad@.

(Se aconseja no aplicar estas técnicas sin haberlas ensayado y practicado previamente con un profesional).




Como conclusión, aún es pronto para prever y precisar los efectos a largo plazo en esta problemática, pero es evidente que aún necesita ser reconocida públicamente y valorada en toda su magnitud. Uno de los mayores obstáculos en su tratamiento y erradicación, es el irrefrenable pudor que sienten sus afectados. Si usted es víctima del cotilleo pasivo o conoce a alguien que lo padezca, no vacile a la hora de pedir o buscar ayuda. Tenga siempre presente que cuanto más se retrase su tratamiento, más difícil será compensar y reforzar los niveles de respeto y asertividad del paciente. Es importante, a su vez, resaltar el hecho de que esta alteración está aumentando en progresión geométrica, llegándose a formar, incluso, Clubs y sociedades de afectados del cotilleo pasivo. Entre sus lemas o gritos de guerra, destacan “la ignorancia es la felicidad” o “A mi plin, si no eres un Grimm”.

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dimanche 18 mars 2012

¡Yo he venido aquí a hablar de mi e-book!



Cada vez que un/a amig@ o conocid@ trata de que adivine qué le acaban de regalar (o qué se acaba de autoregalar), no muestro ningún atisbo de curiosidad. Sé que es un e-book. Durante los últimos meses, una ola de literatura digital está arrasando en mi microcosmos, de la misma forma que, hace casi dos décadas, lo hizo el “zapatófono móvil”.

Por algún motivo, tod@s creen que el invento puede interesarme. Será por su gran capacidad de almacenamiento de libros de todo tipo, idioma y condición. Será por que el e-book se ha declarado abanderado en la lucha contra la deforestación. Je ne sais pas. La cuestión es que, a pesar de sus innegables atributos, aún muestro por él la misma desconfianza y rencor que el carismático George Valentin ante la llegada del cine sonoro.

No sé cuanto de temor a no estar a la altura hay en mi tecnófoba actitud. Sería lógico pensar que todas las generaciones, por muy digitalizadas, adaptativas y jóvenes que se crean, tienen un talón de Aquiles tecnológico. Este talón puede presentarse en forma de anquilosamiento o de apego desmedido. Paul Auster confiesa (ante el estupor de todos los que tenemos inquietudes literarias), que sigue escribiendo con máquina de escribir. Algunos músicos y melómanos abominan del CD y se aferran al entrañable vinilo. Y es que es posible que siempre exista un invento al que se llega con mala disposición o demasiado tarde. ¿Y si, en el caso de muchos de nosotr@s, ese invento fuera el e-book?




Para mi un libro digital es una carcasa intercambiable, una escultura de humo, un objeto mágico al que le han robado el alma. No se puede oler ni acariciar y resulta frío e impersonal. Aunque, tal vez, lo que no soy capaz de perdonarle, es su evanescencia. Como dice (mejor) Jonathan Franzen “Una pantalla siempre da la sensación de que puede ser borrada y modificada. Cuando leo un libro trato con un objeto específico en un lugar y un tiempo concretos. El hecho de que cuando cojo el libro de la estantería es siempre el mismo es tranquilizador. El sentido de permanencia siempre ha formado parte de mi experiencia como lector".

Obviamente, nuestra forma de leer y de comunicarnos esta cambiando. Las redes sociales y los blogs, por ejemplo, nos han puesto como meta básica la novedad, la sorpresa y la inmediatez. Como compartidores, necesitamos actualizar e innovar compulsivamente para mantener la atención de los demás, mientras que, como lectores, nos aburrimos leyendo textos largos y complejos. Demandamos fast readings: algo cool que nos impacte y nos enganche instantáneamente, pero que, al mismo tiempo, tampoco nos haga reflexionar demasiado. Rechazamos progresivamente la complejidad, la profundidad y la capacidad de análisis.

Por todo esto y teniendo en cuenta, además, que la nueva cantera de escritores se ha nutrido y se nutre en internet, ¿matará el e-book la buena literatura durante los próximos años? ¿qué opinarían al respecto Hanta, el solitario rescatador de libros en Praga, su maravilloso “clon cinematográfico” Wall•E o el no menos inolvidable (y entrañable) Bastian Baltasar Bux?




Un imprescindible corto de oscar para tod@s l@s que, en alguna ocasión, han llorado porque se terminaba una historia, han escrito conmovidos en los márgenes de sus páginas favoritas o se han dormido abrazados a un libro.





Otro regalito en post ;)

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lundi 13 février 2012

6 horas en urgencias



Independientemente de las circunstancias que te hayan llevado hasta allí, si nunca has estado en urgencias y tu educación sentimental ha bebido, en gran parte, del cine y la TV, la desilusión está más que garantizada. En lugar de unas instalaciones sofisticadísimas llenas de atractivos médic@s y enfermer@s, corriendo espídicamente de acá para allá, mientras atienden un sinfín de casos, cada cual más complejo y extraño, te encuentras con un par de enfermeras y un grupo de desorientados jubilados, apiñados en una sala raquítica y mal iluminada que fue pintada por última vez en 1962.

En urgencias todo son esperas. Esperas para ser atendido y aún más para ser ingresado. Un apático celador es el encargado de llevar a los pacientes hasta “la McEvaluación”, una sala-pasillo presidida por una medico desarmantemente joven. Cuando pregunta por el problema, como “representante” del paciente, deseas contestar en plan “mujer, 54 años, presenta herida de bala en el abdomen acompañada de posible factura femoral y graves signos de hipotermia”, pero acabas reprimiendo el impostado mediqués. En breves segundos, unos datos son introducidos en un ordenador, y… más esperas.

Dos horas después, el pánico y angustia con la que llegaste se han multiplicado geométricamente y tu hipocondría galopante comienza a temer que el próximo paciente seas tú. Hay cambio de turno en enfermería y dos chicas aún más jóvenes suceden a las anteriores (¿es que nadie cumple los 30 en este sitio?). Intentas ocupar tu mente con cualquier cosa que te aleje del pesimismo y los dramones de las sobremesas de Antena 3, pero lo único que parece distraerte intermitentemente es el juego de la adivinanza macabra o intentar deducir la gravedad de las personas que te acompañan, basándote en las reacciones de sus acompañantes.




En el ecuador de tu espera, ves llegar gente con paraguas y recuerdas que sigue siendo de día. Las predicciones del tiempo anuncian una ola de frio siberiano, pero te sientes tan alejada del mundo exterior en aquel vientre de ballena, que te preguntas, masocamente, si alguna vez llegaras a salir de allí. Como Woody Allen en Hannah y sus hermanas, la realidad se redimensiona y descubres lo feliz que eras ayer, o el día en el que te rompiste la pierna o el corazón. Todas tus otras neurosis, mágicamente, se desinflan y tu energía mental se concentra en una sola.

Una hora más tarde, encerrada con aquel grupo de jubilados ligeramente groggies, no puedes evitar recordar cierta famosa escena de Star Wars en la que se reparan androides; tu hipervelocidad se dispara y, por unos instantes, viajas horrorizada al futuro, tu futuro. Y es que, tarde o temprano, tod@s necesitamos reparaciones más o menos complicadas, porque sólo somos máquinas que una vez fueron útiles, maquinas que se van desgastando y fallando a fuerza de uso.

Un guapo médico casi adolescente confirma un “solo sé que aún no sabemos nada” y, por un instante, te dan ganas de preguntarle, “¿y tú cuando acabaste la carrera, hermoso?”. Y mientras una cama se vacía 5 pisos más arriba, descubres, desencantada, que tu concepto de héroe, tal como lo conocías, ha cambiado. Un héroe no es aquel que se desvive por mejorar el mundo, o la vida de los demás, sino aquel que aguanta de una pieza en el que, posiblemente, sea el lugar más terrorífico del mundo sin repasar mentalmente los dramones de sobremesa y sin pulsar el (maldito) botón de hipervelocidad…

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